
Este (…) gran amor, nació un (…) año cualquiera, en mis giras (…) por los pueblos de la frontera (…).
Él venía de la guerra (…). No venía vencido (…) estaba lleno de ilusiones y de esperanzas para su (…) país, en Centro América. Siento no poder dar su nombre. Nunca he sabido cuál era el verdadero (…). Yo lo llamo simplemente mi Capitán (…).
Sus versos son como él mismo: tiernos, amorosos, apasionados, y terribles en su cólera. Era fuerte (…). Era un hombre privilegiado de los que nacen para grandes destinos (…).
Entró a mi vida (…) echando la puerta abajo (…). Desde el primer instante, él se sintió dueño de mi (…).
No sabía de sentimientos pequeños (…). Me dio su amor, con toda la pasión que él era capaz de sentir y yo lo amé como nunca me creí capaz de amar. Todo se transformó en mi vida (…).
La ternura dulce y sencilla cuando buscaba una flor, un juguete, una piedra de río y me la entregaba con sus ojos húmedos de una ternura infinita. Sus grandes manos eran (…) de una blandura dulce y en sus ojos se asomaba entonces un alma de niño.
(…) él escribía estos versos, que me hacían subir al cielo o bajar al mismo infierno, con la crudeza de sus palabras que me quemaban como brasas (…) no podía amar de otra manera.
(…) Tenía la misma pasión que él ponía en sus combates, en sus luchas contra las injusticias (…) y se entregaba entero (…)
Pablo Neruda, Los versos del Capitán, Carta Prólogo de Rosario de la Cerda
Lui tornava dalla guerra (…). Non tornava vinto (…) era pieno di illusioni e di speranze per il suo (…) paese, in Centro America. Mi dispiace non poter dare il suo nome. Non l’ho mai saputo (…). Io lo chiamo semplicemente il mio Capitano (…)
Questo (…) amore nacque un (…) anno qualunque, in uno dei miei giri (…) per i villaggi della frontiera (…)
Entrò nella mia vita abbattendo la porta (…). Sin dal primo istante si sentì il mio signore (…).
I suoi versi sono come lui stesso era: teneri, amorosi,, appassionati e terribili nella sua collera. Era forte (…). Era un uomo privilegiato, di quelli che nascono per grandi destini (…).
Non conosceva sentimenti piccini (…). Mi diede il suo amore con tutta la passione di cui era capace e io lo amai come mai mi credetti capace di amare. Tutto cambiò nella mia vita (…).
La tenerezza dolce e semplice di quando cercava un fiore , un gioco, un sasso di fiume e me lo donava con i suoi occhi languidi, di una tenerezza infinita. Le sue grandi mani erano (…) di una morbida dolcezza e nei suoi occhi spuntava allora un’anima di bambino.
(…) scriveva questi versi che mi facevano salire al cielo o scendere all’inferno, con la crudezza delle sue parole che mi bruciavano come braci (…) non poteva amare in altro modo.
(…) Aveva la stessa passione che metteva nelle sue battaglie, nelle sue lotte contro l’ingiustizia (…) e si donava intero.
Pablo Neruda, Los versos del Capitán, Carta Prólogo de Rosario de la Cerda